«DEBEMOS APRENDER A MIRAR»

Aquellos ojos celestes me guiaban en mi ceguera emocional. Salí de a tientas con un dolor penetrante y las cuencas de los ojos vacías y ensangrentadas, tal y cómo huyó Edipo de Tebas y peregrinó de forma errante durante años hasta llegar a Colono. La ausencia de visión agudiza el arte premonitorio y abre las puertas al mundo poético: Homero, Tiresias, Edipo… Yo me aferré a su mirada para poder ver lo que en realidad no podía ver. “No hay peor zozobra para nuestra alma ni peor dolor para nuestro corazón que la ceguera”, pensé. He caminado tanto en las tinieblas que creo reconocer cada recoveco de ellas y las plantas de mis pies tienen una memoria dolorosa de ese sendero pedregoso. Tengo llagas en los talones pero me duelen más las llagas de mi alma.
Hoy, que he empezado a ver un poco de claridad entreabriendo los párpados, me siento feliz porque cualquier mal no es eterno. El mayor gozo de mi alma es seguir teniendo a mi lado la mano suave. que me alimentaba cuando no veía; los ojos celestes, que me guiaban en mi ceguera; y, cómo no, los mismos besos tiernos, que recibía cuando casi no podía ni sentirlos.
No es tan importante cómo me sentí en otros tiempos de oscuridad y negrura sino cómo lo inesperado me ha sorprendido y los Dioses me permiten seguir viendo todas las cosas bellas que tiene esta vida. Nunca volveré a caminar solo, de eso estoy convencido, porque mis ojos ya miran a esos ojos celestes y nos unen todas esas cosas verdaderamente importantes, que son, precisamente, esas cosas que no se ven.
Mi camino ha sido tortuoso pero ahora me siento feliz porque sé que un largo viaje me espera a un lugar desconocido sin topónimo ni ubicación exacta. Ya llegaré. Arribaré con mi barquita y plegaré la vela y subiré los remos. Varado en la orilla, sabré que habré llegado. Bajaré de la mano a quien me alumbró durante el viaje y mi perro saltará como loco para rebozarse en la arena fina de la playa y luego, con la lengua fuera y corriendo, se meterá en el agua para salir empapado,  sacudirse fuertemente y salpicarnos de agua. Entre risas, viviremos un momento divertido.
No creo que me lleve libros, no porque haya leído mucho y lo creo suficiente, sino porque repasaré de memoria aquellos párrafos más queridos y algunos versos imborrables. No tengo prisa por llegar aunque me tienten las ensoñaciones. Ahora estoy releyendo mis libros favoritos, marcando páginas, subrayando frases, anotando mis emociones al pié de cada página. No serán los libros más impolutos del mundo pero son los míos.
Puede que me deje llegar con rapidez por el viento de la desesperanza y me quede abatido ante todas esos comportamientos humanos, que no entiendo ni nunca comprenderé. Puedo, incluso, que mi sensibilidad de aprendiz de poeta me haga magnificar todo y obcecarme, pero subo a la cima del Olimpo con la misma rapidez con la que bajo al Hades infernal.
Hoy me siento bien, me reconfortan las palabras de las personas que quiero, la cristalina agua del arroyo me calma la sed y me apaga el fuego de la garganta, me sacia el apetito un trocito de pan con queso y termino con una manzana madura, que quite las amarguras de mi alma con su dulzor.
Hay días que uno quiere hablar de las personas que he conocido. pero hoy es de esos días en que necesito escribir sobre mí, mecerme a mí mismo entre los adjetivos y los verbos, suspenderme de un predicado y sentirme el sujeto de todas las oraciones. No lo hago por ser pedante, prepotente o soberbio, lo hago porque me lo pide esta alma mía que se hincha con un beso tierno y se retrae con una palabra dañina. Hace mucho tiempo que, sin dejar de cuidar a los demás, me dedico unos minutos diarios a quererme a mí mismo.»

(FcoTomásM2024)

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