PIEL DE SERPIENTE

A veces, sólo a veces, uno lamenta no tener piel de serpiente para poder mudar su piel cuando necesita creer ser alguien diferente por un tiempo y poder aparecer ante los demás de forma casi irreconocible. Tampoco sería irrenunciable para el ser humano poder dejar de sentirse un gusano y meterse en un capullo de seda para renacer como una envidiable mariposa.

No debemos renunciar a nuestra esencia; esa forma particular de ver la vida con una mirada diferente a los demás. Somos únicos pero desconocemos si la hipotética capacidad de sufrir una catarsis sería un logro o una gran desilusión.

La piel es lo único que nos separa del exterior. A través de la piel se siente frío o calor, pero, también, se aprecia una caricia estremecedora o la humedad de una lágrima recorriendo nuestro rostro. La piel es una barrera a los elementos exteriores pero es incapaz de protegernos del odio, de la indiferencia, del veneno de las lenguas ajenas o del miedo.

Los humanos somos limitados, muy limitados. Me atrevería a decir que lo más valioso que tenemos, nuestra alma, es lo más vulnerable y sensible a las adversidades. La mente se habitúa a la reconquista del amor propio y el cuerpo se sobrepone a todo menos a la muerte pero nuestra alma se desinfla por una simple mirada del enemigo. A veces, sólo a veces, uno lamenta no tener piel de serpiente.

(FcoTomásM2024)

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