Atreverse a confesar debilidades no es de valientes sino de temerarios, y yo lo soy. Necesito a las personas y lo intuye quien me quiere. No puedo controlar mi necesidad de afecto y eso me hace humano, sensible y hasta vulnerable. Nunca ejercí de duro aunque me he sorprendido siendo más fuerte de lo que pensaba. Tiendo puentes de afecto con facilidad y me confundo al pensar que todo el mundo es igual de ingenuo e inofensivo que yo.
No me gusta la gente a la que todo le da igual porque a mí me importa todo. No me gustan las personas que saben de todo porque sé que no sé nada. No me gusta la gente que quiere quedar siempre por encima de todo el mundo y decir la última palabra porque no trabajo la prepotencia sino la humildad. Cada uno es como es, y tienen todo el derecho del mundo, pero yo quiero seguir siendo fiel a mí mismo sin traicionarme por una sonrisa fácil o un halago continuado.
Digo “te quiero” a quien quiero, abrazo al que lo necesita, cuido a mi familia, soy leal a mí mismo e ignoro a quien empiezo a detestar en un momento determinado. No puedo dejar de poner pasión en la vida, de apostar por el débil, de criticar la prepotencia, de enfadarme con los mamporreros de las redes sociales y de no perder la flexibilidad ante los ataques de la vida para poder avanzar y endulzar los momentos amargos. Atravieso mal las frustraciones pero, aunque me quedan muchas futuras desilusiones, nunca dejaré de respirar hondo cada mañana y sentirme vivo después de dormir con la conciencia tranquila.
No puedo vivir de espaldas a los detalles pequeñitos, que circundan nuestras vidas. Todo es irrepetible y pongo toda mi pasión en cada conversación, en cada escrito, en cada acción y, por supuesto, en cada beso, caricia y abrazo. Nada me es indiferente y buceo por cada acto para encontrar posibles relecturas o interpretaciones. No me conformo con lo fácil y exploro lo complejo. Soy complejo o sencillo, según los ojos con los que se me mire, pero siempre real. Pocos detienen sus miradas en personas como yo. Los ojos buscan imágenes explosivas y personajes creados a golpe de maquillaje. Lo aparentemente común pasa de largo para las miradas cortas. Sólo me ven quienes han aprendido a mirar con el alma.
Ningún acontecimiento es insignificante en la vida de un ser humano. Me alegra un mensaje de un amigo, una palmadita en la espalda, un elogio comedido, una confesión de madrugada y todas aquellas pequeñas cosas que los demás hacen casi sin querer. Ofrezco refugio a las almas sin hogar, combato causas perdidas, doy cobijo a los corazones rotos y me armo de paciencia para hacer el puzzle que se le ha caído a alguien al que me encuentro momentáneamente asfixiado.
Soy un manojo de cosas y casi todas tolerables, pero no soy muchas cosas que le atribuyen a muchos. No soy intolerante, no soy impertinente, no soy prepotente y no soy engreído. Tampoco soy escritor, ni poeta, ni trovador, ni payaso, ni héroe…Carezco de muchas cosas y sé que ofrezco a los demás como un ser incompleto. Debo confesar, que soy listo para muy pocas cosas y demasiado tonto para la mayoría. Tengo que releer mi vida cada noche para entender correctamente lo que ha pasado durante el día. Tengo buenos amigos, conocidos, desconocidos, compañeros ocasionales, coincidentes laborables y muchos fantasmas, que me son casi familiares. Sé que caigo en la excesiva confianza con los demás, que tiendo a apadrinar a esos niños que viven escondidos en los cuerpos de los mayores, que me hago fuerte ante los desafíos y que me hundo por un simple soplo de viento frío. Soy un juez implacable conmigo mismo pero hoy quiero, necesito, deseo, sueño, anhelo y me impongo la tarea de convencerme de que soy un niño ingenuo con el corazón de trapo, que vive escondido en el cuerpo de alguien al que le gustaría ser de mayor, simplemente, un buen hombre.
*** *** *** *** *** *** *** *** *** ***
Un suspiro se quedó suspendido en el aire. El viento gélido de febrero no logró que cayera. Un niño se quedó mirando el suspiro y quiso cogerlo con su manita fría. Dos pájaros pasaron a su lado pero el suspiro no se movió. La lluvia empapaba todo pero tampoco consiguió hacerle marchar. Un pareja de adolescentes enamorados se daban besos con ansía y sin mucho tino con las mochilas a la espalda. El suspiro no dudó y se interpuso entre sus bocas para darle un certero augurio.
Los suspiros nunca salen del alma sin motivos. Uno puede fingir una sonrisa o un llanto pero no puede engañar a nadie con un suspiro falso. Las mujeres suspiran más que los hombres porque sus almas son más sinceras. Estaba haciendo mi cama y un suspiro salió de entre las sábanas. “Alguien lo ha dejado para mí”, pensé. Creo que un suspiro es el mejor regalo que se le puede ofrecer a un aprendiz de poeta.
De entre mis sábanas de seda,
sensible, sentido y hondo,
el suspiro no se queda.
Y llegándome hasta el fondo,
mi alma entera llena.
¿Quién te dejo para mí?
¿Un alma lisonjera?
¿Unos labios de rubí?
¿Una niña de plata?
¿Una princesa enamorada?
A ti un suspiro me ata,
con hechizos de hada.
Este suspiro me mata,
pero con luz dorada.
*************** *************** ****************
(FcoTomásM2022)